Con jornadas como la de hoy, ¡quién no se va a animar a dar una vuelta con su bici de montaña y su grupo de amigos por los preciosos parajes de nuestra geografía!
Hemos salido, como siempre, de nuestro punto de encuentro para dirigirnos hacia Oiartzun. Hacía "fresquito", 9-10ºC, y una previsión de cielo despejado, que se ha cumplido durante toda la mañana. Rápida aproximación al bidegorri de Arditurri, donde nos esperaban Josu Bilbao y su grupo del Club Ciclista Irunés, donde nos hemos presentado con 33 componentes de nuestro talde y nos esperaban 16 bidasotarras. Asi que ya os hacéis una idea: ¡un pelotón de 49 ciclistas asustando a todo el que se nos ponía por delante!
Tras un breve pedaleo por el antiguo trazado del tren que llevaba el mineral de las minas de Arditurri al puerto, nos hemos llegado hasta el frontón del barrio Karrika, lo que ha servido para estrechar la relación entre los Txalupas y los iruneses.
Aquí empieza una subida dura, árida, constante (sin descansillos) que pone a cada uno en su sitio. Quien puede se situa en el pelotón cabecero. Otros, quedan en tierra de nadie. Y los mas humildes, nos situamos a retaguardia.
Sube y sube sin parar..., a todos se nos ha quitado el frío mañanero. El paisaje es precioso: entre pinos y bosques de otras especies arbóreas. Hemos adelantado a grupos de mendizales que también salen a disfrutar, como nosotros, de la belleza de nuestros montes.
Y aunque parecía que no íbamos a llegar nunca al punto de reencuentro, alcanzamos el collado Zaldin (el de las vacas) y disfrutamos del merecido descanso y de las maravillosas vistas que desde aquí se divisan. Nuestro "fotógrafo oficial", Esteban, toma la foto de familia que inmortaliza esta preciosa jornada (no quiero olvidarme de aquellos que también han sido, y serán, cronistas con sus reportajes fotográficos de las salidas del grupo) antes de la separación del pelotón.
Despedimos al equipo A y a los iruneses, y nosotros, que éramos 21, tomamos el camino (después de reparar el pinchazo de Pablo, que costó lo suyo) que nos condujo hasta la carretera que sube a la finca de Artikutza. Bajamos por ella unos metros y llegamos al collado de Sorondo. La 1ª idea era subir de aquí a Malmazar para bajar a cuevas y seguir hasta casa. Pero como el susodicho pinchazo nos retrasó bastante tiempo, optamos por acortar por la ruta del pavo que pica y salir al barrio Iturrioz.
Paramos a limpiar las bicis en la gasolinera de Oiartzun; y cual no fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos con un niño precioso a mas no poder que había sacado a su padre a dar una vuelta en bici.Y ya de aquí, en pequeños grupos, regresamos a Donostia, a donde yo llegué a las doce y cuarto con tiempo suficiente para prepararme para tomar el aperitivo (que consistió en el riquísimo rabo de buey que tan bien hacen en Zubieta y otro pintxo de carne cocida)
Tras un breve pedaleo por el antiguo trazado del tren que llevaba el mineral de las minas de Arditurri al puerto, nos hemos llegado hasta el frontón del barrio Karrika, lo que ha servido para estrechar la relación entre los Txalupas y los iruneses.
Aquí empieza una subida dura, árida, constante (sin descansillos) que pone a cada uno en su sitio. Quien puede se situa en el pelotón cabecero. Otros, quedan en tierra de nadie. Y los mas humildes, nos situamos a retaguardia.
Sube y sube sin parar..., a todos se nos ha quitado el frío mañanero. El paisaje es precioso: entre pinos y bosques de otras especies arbóreas. Hemos adelantado a grupos de mendizales que también salen a disfrutar, como nosotros, de la belleza de nuestros montes.
Y aunque parecía que no íbamos a llegar nunca al punto de reencuentro, alcanzamos el collado Zaldin (el de las vacas) y disfrutamos del merecido descanso y de las maravillosas vistas que desde aquí se divisan. Nuestro "fotógrafo oficial", Esteban, toma la foto de familia que inmortaliza esta preciosa jornada (no quiero olvidarme de aquellos que también han sido, y serán, cronistas con sus reportajes fotográficos de las salidas del grupo) antes de la separación del pelotón.
Despedimos al equipo A y a los iruneses, y nosotros, que éramos 21, tomamos el camino (después de reparar el pinchazo de Pablo, que costó lo suyo) que nos condujo hasta la carretera que sube a la finca de Artikutza. Bajamos por ella unos metros y llegamos al collado de Sorondo. La 1ª idea era subir de aquí a Malmazar para bajar a cuevas y seguir hasta casa. Pero como el susodicho pinchazo nos retrasó bastante tiempo, optamos por acortar por la ruta del pavo que pica y salir al barrio Iturrioz.
Paramos a limpiar las bicis en la gasolinera de Oiartzun; y cual no fue nuestra sorpresa cuando nos encontramos con un niño precioso a mas no poder que había sacado a su padre a dar una vuelta en bici.Y ya de aquí, en pequeños grupos, regresamos a Donostia, a donde yo llegué a las doce y cuarto con tiempo suficiente para prepararme para tomar el aperitivo (que consistió en el riquísimo rabo de buey que tan bien hacen en Zubieta y otro pintxo de carne cocida)
2 comentarios:
Hombre! Si ese me suena. ¡Coño si es el pollero.¡Venga chaval, empieza a entrenar un poco para volver pronto!. Un saludo. ¿Ya sabes?, el Davite se ha cargado la bici.
si el pollero salio pero todabia queda mucho para que salga con vosotros y quitaros el osido .Mi pobre culo se le habia olvidado lo que hera un sillin.
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