La crónica, por Manolo M.
Domingo 27 de marzo, supongo que debido al largo desplazamiento hasta Zumarraga y, como no, al cambio de horario, somos tan sólo tres los bikers que a las 7:07 tomamos el tren en Donostia; posteriormente, en Beasain, también se nos une el organizador de la ruta, Martín, y ya reunidos los cuatro, en Zumarraga a las 8:30, damos comienzo a la etapa especial del día. Inicialmente, con cielo despejado y con una temperatura más bien fresca que, a duras penas superaría los 9º, y que nos disuadió de prescindir de la ropa de abrigo hasta ya bien mediada la etapa, poco después de haber superado el alto de Mandubia.
Inicialmente, rodamos unos 4 kilómetros por carretera, en ligero ascenso, hasta que ya metidos en faena, abandonamos el asfalto y dimos comienzo a las ascensiones de verdad a través de toda una zona de bosques, praderas y cimas sucesivas que sirven de enlace entre las comarcas del alto y el bajo Goierri. Veréis que conscientemente he utilizado la palabra “ascensiones”, en plural, porque esta fue la tónica y lo que caracterizó a toda la etapa; es decir, una interminable sucesión de subidas con mayor o menor dureza intercaladas con cortas bajadas que nos sirvieron para ir ganando altura desde los 356 m. iniciales de Zumarraga hasta los 973 m. del monte Izazpi, techo de la etapa. Es decir, una etapa que, aunque corta en kilometraje, resultó ser de una dureza nada desdeñable debido a su perfil eminentemente “rompepiernas”; a modo de dato curioso, tan sólo mencionar que, al menos en mi caso, no tengo recuerdo de ninguna otra ruta en la que, de una sola tirada, haya coronado en bicicleta tantas cimas de forma consecutiva: Pagola (823 m.), Arantzeta (867), Izazpi (973), Kiskitza (676), Murutxiki (805), Arrapaitz (815), Murumendi (868) y Usurbe (703).
Como fin de fiesta, un vertiginoso descenso desde el monte Usurbe hasta Beasain, afortunadamente el piso estaba totalmente seco, puesto que se me antojó que un descenso de esas características, en mojado y con el cansancio de toda la etapa acumulado, pudiera provocar más de un susto. Martín, en calidad de comandante en jefe de la expedición, lo tenía todo perfectamente diseñado y, ya llegados a Beasain, a las 13:20 horas (un “tiempazo” que diría el Capi), nos condujo al conjunto monumental de Igartza, donde además de admirar ese cuidado entorno histórico-monumental, pudimos lavar las bicis y tomarnos unas bien merecidas cañas y unos pintxos a los que Martín tuvo la gentileza de invitarnos.
A las 14:00, tras despedirnos de Martín, cogemos el tren, satisfechos y felices tras haber disfrutado de una dura ruta y de unos hermosísimos entornos naturales; sin mayores incidencias, a las 15:00 en casa, tras haber disfrutado de una especial que, dureza aparte, por su belleza paisajística y sucesivas panorámicas en 360º, merece mucho la pena y que, en cuanto haya ocasión, sin duda, repetiremos.
Mila esker, Martín.
Inicialmente, rodamos unos 4 kilómetros por carretera, en ligero ascenso, hasta que ya metidos en faena, abandonamos el asfalto y dimos comienzo a las ascensiones de verdad a través de toda una zona de bosques, praderas y cimas sucesivas que sirven de enlace entre las comarcas del alto y el bajo Goierri. Veréis que conscientemente he utilizado la palabra “ascensiones”, en plural, porque esta fue la tónica y lo que caracterizó a toda la etapa; es decir, una interminable sucesión de subidas con mayor o menor dureza intercaladas con cortas bajadas que nos sirvieron para ir ganando altura desde los 356 m. iniciales de Zumarraga hasta los 973 m. del monte Izazpi, techo de la etapa. Es decir, una etapa que, aunque corta en kilometraje, resultó ser de una dureza nada desdeñable debido a su perfil eminentemente “rompepiernas”; a modo de dato curioso, tan sólo mencionar que, al menos en mi caso, no tengo recuerdo de ninguna otra ruta en la que, de una sola tirada, haya coronado en bicicleta tantas cimas de forma consecutiva: Pagola (823 m.), Arantzeta (867), Izazpi (973), Kiskitza (676), Murutxiki (805), Arrapaitz (815), Murumendi (868) y Usurbe (703).
Como fin de fiesta, un vertiginoso descenso desde el monte Usurbe hasta Beasain, afortunadamente el piso estaba totalmente seco, puesto que se me antojó que un descenso de esas características, en mojado y con el cansancio de toda la etapa acumulado, pudiera provocar más de un susto. Martín, en calidad de comandante en jefe de la expedición, lo tenía todo perfectamente diseñado y, ya llegados a Beasain, a las 13:20 horas (un “tiempazo” que diría el Capi), nos condujo al conjunto monumental de Igartza, donde además de admirar ese cuidado entorno histórico-monumental, pudimos lavar las bicis y tomarnos unas bien merecidas cañas y unos pintxos a los que Martín tuvo la gentileza de invitarnos.
A las 14:00, tras despedirnos de Martín, cogemos el tren, satisfechos y felices tras haber disfrutado de una dura ruta y de unos hermosísimos entornos naturales; sin mayores incidencias, a las 15:00 en casa, tras haber disfrutado de una especial que, dureza aparte, por su belleza paisajística y sucesivas panorámicas en 360º, merece mucho la pena y que, en cuanto haya ocasión, sin duda, repetiremos.
Mila esker, Martín.
1 comentario:
Domingo 27 de marzo, supongo que debido al largo desplazamiento hasta Zumarraga y, como no, al cambio de horario, somos tan sólo tres los bikers que a las 7:07 tomamos el tren en Donostia; posteriormente, en Beasain, también se nos une el organizador de la ruta, Martín, y ya reunidos los cuatro, en Zumarraga a las 8:30, damos comienzo a la etapa especial del día. Inicialmente, con cielo despejado y con una temperatura más bien fresca que, a duras penas superaría los 9º, y que nos disuadió de prescindir de la ropa de abrigo hasta ya bien mediada la etapa, poco después de haber superado el alto de Mandubia.
Inicialmente, rodamos unos 4 kilómetros por carretera, en ligero ascenso, hasta que ya metidos en faena, abandonamos el asfalto y dimos comienzo a las ascensiones de verdad a través de toda una zona de bosques, praderas y cimas sucesivas que sirven de enlace entre las comarcas del alto y el bajo Goierri. Veréis que conscientemente he utilizado la palabra “ascensiones”, en plural, porque esta fue la tónica y lo que caracterizó a toda la etapa; es decir, una interminable sucesión de subidas con mayor o menor dureza intercaladas con cortas bajadas que nos sirvieron para ir ganando altura desde los 356 m. iniciales de Zumarraga hasta los 973 m. del monte Izazpi, techo de la etapa. Es decir, una etapa que, aunque corta en kilometraje, resultó ser de una dureza nada desdeñable debido a su perfil eminentemente “rompepiernas”; a modo de dato curioso, tan sólo mencionar que, al menos en mi caso, no tengo recuerdo de ninguna otra ruta en la que, de una sola tirada, haya coronado en bicicleta tantas cimas de forma consecutiva: Pagola (823 m.), Arantzeta (867), Izazpi (973), Kiskitza (676), Murutxiki (805), Arrapaitz (815), Murumendi (868) y Usurbe (703).
Como fin de fiesta, un vertiginoso descenso desde el monte Usurbe hasta Beasain, afortunadamente el piso estaba totalmente seco, puesto que se me antojó que un descenso de esas características, en mojado y con el cansancio de toda la etapa acumulado, pudiera provocar más de un susto. Martín, en calidad de comandante en jefe de la expedición, lo tenía todo perfectamente diseñado y, ya llegados a Beasain, a las 13:20 horas (un “tiempazo” que diría el Capi), nos condujo al conjunto monumental de Igartza, donde además de admirar ese cuidado entorno histórico-monumental, pudimos lavar las bicis y tomarnos unas bien merecidas cañas y unos pintxos a los que Martín tuvo la gentileza de invitarnos.
A las 14:00, tras despedirnos de Martín, cogemos el tren, satisfechos y felices tras haber disfrutado de una dura ruta y de unos hermosísimos entornos naturales; sin mayores incidencias, a las 15:00 en casa, tras haber disfrutado de una especial que, dureza aparte, por su belleza paisajística y sucesivas panorámicas en 360º, merece mucho la pena y que, en cuanto haya ocasión, sin duda, repetiremos.
Mila esker, Martín.
Publicar un comentario